Kate Moss elige mal sus amigos. Y no porque sean unos drogatas, sino unos chivatos. Porque a fin de cuentas el que la grabó con el movil era un compañero de francachelas, al que le estaba destinada una de las rayas que la modelo prepara en el vídeo con su tarjeta Visa Platino full credit: Un hipócrita.
Hipócrita también el periodista que más de una vez y más de dos le ha ofrecido a servidora una raya para bajarle el pedo en la fiesta de algún estreno, y que ha puesto cara de perro al escuchar de boca de la firmante un cortés no, gracias, yo ya no me meto, como si una fuera una aguafiestas, una desagradecida o, simple y llanamente, poco moderna. Se trata del tertuliano que critica escandalizado a la modelo en un programa del corazón.
Hipócrita la directora de esa revista de mujer, moda, familia y religión, que ha exigido que no publiquen de ninguna manera fotos de la Moss o aludan siquiera a la interfecta, pero, eso sí, nada ha objetado a la publicación de reportajes en los que la delgadez extrema de las modelos solo puede achacarse a desorden metabólico, anorexia o consumo de drogas, cuando no a combinación de los tres factores, que suele ser lo más normal: una cosa lleva a la otra en una especie de red interdependiente.
Hipócrita la industria que, tras cultivar con placer durante el ultimo decenio la imagen heroine chic que epitomiza Moss, cancela sus contratos ante la primera evidencia de que la imagen de la modelo simplemente se corresponde con realidad.
Servidora es asmática y ha sobrevivido algunos años gracias a la efedrina. La farmaceutica se niega a servirmela sin receta y me explica que es porque se ha puesto de moda entre los camellos para cortar la coca. El incauto que compra unos polvitos blancos a 60 euros el gramo no sabe que en realidad lo que se lleva machacado son unas pastillas que se compran a tres euros el paquete de veinte. ¿ Tantos camellos hay en Madrid como para que las dueñas de las farmacias se hayan puesto así de tajantes? Pues sí: a mayor demanda, mayor oferta. Esta es la base del capitalismo moderno.
La droga es el síntoma, no la causa. Es el reflejo de una sociedad consumista, competitiva, sobreexigente, alienante y, sobre todo, hipócrita. Y la solución no pasa por poner verde a una modelo sino preguntarse por qué esa modelo se había convertido en una top.
La caída de la Moss no debería obligar a según qué marcas a deshacerse de los servicios de quien representó su imagen pública, sino a reconsiderar el tipo de figura que utiliza para publicitar sus líneas de ropa, el modelo de rol que se le vende a una población adolescente entre la que ¡oh, sopresa! los indices de anorexia y drogadicción aumentan cada año.
Lucía Etxebarría
alienado de su blog ;)